En el enduro ecuestre, un caballo y su jinete prueban su resistencia y sintonía recorriendo hasta más de 100 kilómetros en variados terrenos. Es una disciplina donde reinan los potros árabes y los cuidados médicos al equino, que puede ser descalificado por una cojera.
por Augusto Catoia Fonseca
La genética afirma que los chimpancés comparten 99% de sus genes con los humanos y son los animales más parecidos a hombres y mujeres, pero el deporte la contradice. En competencia, ningún animal se parece más a un humano que un caballo. El equino del polo recuerda a un jugador de hockey, el caballo del salto evoca a un vallista, un ejemplar de la hípica es como un velocista… Los paralelos son varios, y entre ellos, el caballo del enduro ecuestre (o endurance) es como un maratonista.
En pampas, cerros o desiertos, jinetes y caballos de la disciplina corren a unos 18 kilómetros por hora en trayectos desde 40, 60 u 80 kilómetros hasta otros de 120 ó 160. Ahí no sólo enfrentan a otros binomios, sino que también terrenos, pistas y climas.
“Debes saber de la experiencia del caballo en largas distancias y altas velocidades, de cómo está físicamente y sobre el terreno, para saber a qué velocidad ir. No puedes ir muy rápido si el suelo es muy accidentado. Si el clima está muy húmedo, cuidas el agua del caballo y le das suplementos, como aceite de maravilla. Si está seco, lo hidratas, y puedes ir más rápido si está templado”, explica Pedro Pablo Gómez, jinete y entrenador de caballos de enduro. “El entrenamiento del deportista también es importante. Debe estar muy concentrado al galopar rápido; si tiene sobrepeso, tendrá dificultades para aguantar un recorrido y concentrarse”.
Las rutinas de entrenamiento son variables. Pueden ser con o sin el jinete de competencia y día por medio o cinco días a la semana, entre otras frecuencias. Dependiendo del contexto, un potro puede practicar siete días a la semana. Un binomio puede practivar entre dos horas y media y tres horas en un día, recorriendo de unos cinco a 15 kilómetros. La disciplina incluso considera algunos pocos trabajos de 60 u 80 mil metros, con etapas de descanso.
En general, debe consolidarse el hábito de correr juntos, con largas distancias y aprender técnicas, entre otras cosas. Así, un caballo puede demorar años en adaptarse plenamente a la disciplina.
Si una corrida de 42 kilómetros sin parar es extenuante para un ser humano, peor aún sería una de 120 o 160 mil metros sin parar, para un ánimal con montura y jinete. Sin embargo, en el endurance, el estado de salud del caballo es tan importante como su rapidez y resistencia. Todas las carreras están divididas en varias etapas y todos los equinos son examinados por veterinarios al término de cada una. Además, descansan entre 30 y 40 minutos antes de partir al siguiente tramo.
“En esta disciplina, el veterinario es el árbitro. Evaluamos cómo trotan, nos fijamos en su respiración, si tiene buena actitud para seguir corriendo, sus condiciones musculares e intestinales, entre otros aspectos”, describe Jorge Lohse, veterinario de enduro internacional. Aspectos de salud pueden sacar a un campeón. “Gana el caballo que complete todas las etapas en el menor tiempo, pasando sano por todas. Cualquiera que presente cojera u otro problema físico al terminar una etapa, está eliminado”, aclara Felipe Peró, miembro del comité seleccionador de equipo nacional juvenil.
¿Qué necesita un caballo para ser un campeón? A juicio de Lohse “son dos factores: genética y ambiente. Sin uno de estos componentes, lo más seguro es que no pueda completar una carrera internacional”.
El ambiente de las mejores calagaduras pasa por buen entrenamiento, una dieta sustanciosa, un buen jinete, herraduras de calidad… Incluso la montura influye en el desempeño. Por ejemplo, Gómez plantea que las livianas monturas son sólo para jinetes expertos, por ser menos cómodas y aportar más velocidad a los caballos que las de los estadounidenses, quienes corren con sillas grandes y pesadas, pero cómodas para el binomio.
En cuanto a la genética, cuatro tipos de caballos (chileno, puro, anglo-árabe y árabe) compiten en torneos de enduro, pero el último de ellos domina las altas competencias.
Según explica Gómez, la evolución de la raza protoárabe y cinco milenios de selección genética influenciaron a las principales líneas de sangre.
La expansión del Islam, en sus primeros siglos, aceleró este fenómeno. Mahoma y sus seguidores propagaron su religión cruzando desiertos y enfrentando guerras con la misma raza que hoy galopa en el endurance mundial. De esa manera, son especialistas en resistir grandes distancias en climas muy áridos. Incluso Napoleón Bonaparte montó caballos árabes durante su carrera militar.
A modo de comparación, los pequeños y fuertes potros chilenos tienen sólo unos 150 años de selección genética para el desarrollo de la raza. Y ni siquiera el anglo-árabe, que une genes árabes con la velocidad a cortas distancias (dos mil metros) del equino inglés, supera el predominio de la resistente raza arábica pura en las grandes competencias de enduro.
Y ahora, Chile tendrá su oportunidad de recibir un gran certamen. En el Parque Tricao de Santo Domingo, Chile recibirá el World Endurance Championship Young Riders Chile 2015, mundial con 17 delegaciones de jóvenes entre 14 y 21 años. El 23 de octubre, el país verá sus siete jinetes (cinco titulares y dos suplentes) en 120 kilómetros de competencia individual y de equipos (sumando los puntajes de los tres mejores chilenos). Está por verse si triunfarán en casa como los binomios del Mundial de Polo, ganado en abril.