Una vez más, la Viña Matetic nos recibió, en estos hermosos parajes interiores de Casablanca, ideales por sus prolongados planos para el desarrollo de nuestras carreras de Enduro, esta vez, con el patrocinio de Haras Alcazar, con premios en dólares americanos para los podios de las categorías de 80, 120 y 160 kilómetros.
Si mal no recuerdo, pocas veces se pudo aprovechar esta locación, para una carrera tan competitiva como la que vivimos el fin de semana. Menciono esto porque en el pasado, el factor climático de las precipitaciones, siempre se presentó como un aliño, pero también como una dificultad adicional, para el desarrollo de carreras en esta locación. Sus pisos suaves, y su prácticamente nula pendiente, casi no habían sido posible de ser utilizados al máximo, para desarrollar velocidades de carrera, que pusieran al enduro chileno, en la mira de nuestros avezados vecinos Argentinos y Uruguayos, y por qué no decirlo, del mundo.
Reconozco que este es el enduro que me gusta, por sobre el de subir y bajar cerros; probablemente porque vengo de un lugar de características similares, porque nuestros caballos, entienden que el ejercicio de galopar distancias en plano es su deporte, y más probablemente, porque esto nos permite acceder a buenos resultados.
Pero intentando dejar atrás estas opiniones personales, lo que presenciamos el fin de semana pone en evidencia un cambio no solo cuantitativo, reflejado en velocidades finales sobre los 20 km/h promedio, sino que también un cambio cualitativo, en cuanto a la manera en que se desarrollan las carreras de resistencia en nuestro país.
Planteo esto, porque no es para nada habitual ver los resultados obtenidos, y el desarrollo de estos, específicamente, si observamos que en esta oportunidad, no hubo absolutamente ningún binomio que estuviera en el podio, que no haya largado con la convicción de salir a correrle a los otros, y por qué no decirlo, de ganar.
Este es uno de los puntos que marca una diferencia muy grande con respecto a lo que podemos observar en el medio nacional, en que los podios están encabezados por uno o dos binomios que salieron a ganar, seguidos por tres o cuatros que solo salieron a terminar. En lo personal, no tengo ninguna crítica a este punto, porque es el premio, a la regularidad, al respeto y al cuidado de nuestros caballos. Sin embargo, y en términos generales, estos aspectos antes mencionados, estuvieron completamente presentes, más cuotas importantes de técnica, experiencia, adrenalina y competitividad.
Y es que velocidad no es sinónimo de maltrato, es sinónimo de técnica; es sinónimo de entrenamiento y es sinónimo de intentar perfeccionar los procedimientos a formas que nos conviertan en competitivos no solo con respecto a nuestro medio nacional, sino que también con el mundo.
Considero que esta luz de competitividad -y calidad- que pudimos ver, no tiene que ver con valores negativos, ni es la heredera de los premios en dólares -como más de alguno lo propuso por ahí en los días previos-, sino que es el resultado del enduro que queremos correr; es la competitividad de la buena; de la que motiva a criadores a esforzarce por criar mejores caballos para el deporte, a esperarlos en su proceso de maduracion; es la competitividad, que es capaz de suspender por unos minutos una carrera ante un jinete accidentado de gravedad -tal cual pasó-, para luego seguir fuerte y enfocado a definir. En definitiva, es la competitividad que trae a que el enduro en la pista se acerque, al enduro que tenemos en nuestras cabezas.
Sebastián Salinas B.
Haras Fortaleza
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