Los primeros recuerdos que tengo sobre un caballo son caminando por senderos, disfrutando del paisaje, rodeado de arboles y de ese olor tan característico que tienen sólo los cerros. Cerros en los que cada pisada del caballo es importante para evitar una lesión, por lo que no puedes perder la concentración. A lo mejor es por esto que la carrera del Pangue tiene un sabor distinto a otros circuitos, porque nos trae un montón de recuerdos y emociones. Porque nos cautiva la relación con la naturaleza, porque logramos conectarnos mas allá con nuestro caballo o quizás porque a muchos nos hace recordar el enduro en el que partimos, en el que trotábamos más de lo que galopábamos y en el que los circuitos llegaban a la punta del cerro.

Y es que el Pangue nos entregó eso, una pista sumamente técnica, en donde fue muy importante conocer las capacidades de nuestro caballo, en la que se exigió un buen estado físico de sus jinetes y en el que la velocidad no jugó un papel determinante, sino más bien la victoria radicó en saber dosificar a nuestro animal.

Esto no es de ninguna manera una critica a las carreras de velocidad, todo lo contrario, creo que es importante familiarizarnos con ellas para poder acercarnos a la alta competencia. Sin embargo pistas con esta complejidad juegan un papel invaluable para las nuevas generaciones. Son circuitos que forman conciencia, que educan tanto a caballos como a jinetes, pistas que exigen mas allá del equipo reglamentario para correr, son circuitos que nos acercan al enduro en el que nos criamos. Porque las montañas son parte de nuestra geografía y tenemos que aprovecharla para nuestro semillero. Considero que el campeonato chileno debe reconocer su geografía y combinar en alguna proporción este tipo de carreras con las pistas planas.

Como ultimó quisiera agradecer al equipo Kehailan, en especial a Felix y Reni, por una carrera hermosa, rodeada de buenos amigos, un lindo entorno y por llevarnos nuevamente a la raíz de nuestro querido Enduro.

Juanito del Canto

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